lunes, 1 de octubre de 2007

EL SENDERO DE LA TRAICIÓN

images-7Hemos analizado el proyecto de ley llamado, popularmente, de la memoria desde el punto de vista de la legislación internacional sobre Derechos Humanos y de las leyes penales españolas, exigiendo su aplicación; lo hemos mirado desde el punto de vista de las víctimas y hemos hablado del “modelo español de impunidad”. Lo que no hemos hecho ha sido abordar el análisis desde una proyección más amplia, centrando la cuestión dentro del contexto en el que se desarrollaron los hechos y mirándolo bajo el prisma ideológico e histórico de lo que representó la lucha de clases a lo largo del siglo XX,del mundo bipolar que esta lucha generó y de la situación actual.


 
Basta estudiar la historia de lo que ha sido el último siglo, para darse cuenta de que dos grandes fuerzas se han enfrentado a lo largo del mismo: las fuerzas del progreso contra las fuerzas de la reacción, el movimiento obrero contra el capital, laicismo contra clericalismo, cultura contra barbarie, fuerzas democráticas contra fuerzas antidemocráticas, dominados contra dominantes. Lucha de clases, en definitiva. Las fuerzas de la vida y la libertad tratando de abrirse paso, luchando constantemente contra las fuerzas de la muerte y la opresión. La lucha por la emancipación de todo el género humano…
 
Desde la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, las luchas entre capitalismo y movimiento obrero han marcado todo el siglo, siendo aliados de la clase trabajadora las fuerzas democráticas y progresistas y del capitalismo las fuerzas antidemocráticas y conservadoras. Por ello, no podemos explicar lo sucedido en España, a lo largo del siglo XX, ni lo que sucede hoy en día, si no situamos nuestra historia en el contexto de estas luchas que se desarrollaron en el plano mundial. Hay que recordar que la II República no sólo fue derrotada por el apoyo de los gobiernos fascistas europeos a los golpistas; el gran capital de las democracias occidentales también apostó, de forma incondicional, por los facciosos, no sólo presionando a sus “democráticos” gobiernos respectivos para que dieran las espalda a la II República, sino también con ayuda directa (General Motors, Texas Oil Co. ATT, banca británica, banca norteamericana, etc…). El avance de las ideas de progreso en la España de los años 30 suponía un avance de las fuerzas democráticas que, con el objetivo de conseguir un mejor reparto de la riqueza, elevar la cultura de las clases populares y mejorar sus condiciones de vida, rebajaba en gran medida la obtención de plusvalías de las clases dominantes y las grandes empresas capitalistas (incluida la Iglesia, que disfrutaba del monopolio de la enseñanza y era dueña de la mayor parte de las empresas eléctricas españolas), así como de las multinacionales que ya tenían grandes intereses en la península Ibérica.
 
La derrota de las fuerzas democráticas en la Guerra de España forma parte de la derrota de las fuerzas progresistas a escala mundial. Visto en ese contexto, toda la historia posterior ha venido marcada por lo sucedido en el mundo. La II Guerra Mundial, la Guerra Fría, la caída de los regímenes llamados del socialismo real, el triunfo del neoliberalismo como ideología dominante, la globalización de la explotación y la barbarie…Derrota tras derrota en el Mundo, y derrota tras derrota en España. Por eso, todo lo que hemos estado haciendo hasta ahora ha sido reafirmarnos en la derrota y seguir cediendo terreno.
 
Los pactos de la transición parecen más las cláusulas de un acuerdo de rendición que un pacto para traer la democracia. Por ello, los que nos sentimos hijos de la derrota, no nos sentimos orgullosos ni de la transición, ni de la ley de amnistía, ni del proyecto de ley conocido popularmente como “ley de la memoria”, ni de las pérdidas de derechos sociales, ni del evidente retroceso de las libertades, ni de todas las claudicaciones que nuestros representantes políticos realizan ¿Cuándo van han explicar el porqué claudican de esta forma?
 
Todo ha sido ir aceptando nuevas imposiciones del enemigo al que se han rendido incondicionalmente. Durante la transición el pueblo obtenía victorias en la calle mientras los dirigentes pactaban una nueva rendición. Y gracias a esa lucha en la calle la cosa no fue peor. De eso sí que nos podemos sentir orgullosos: de los que lucharon en la calle. Estas cúpulas dirigentes traicionaron las aspiraciones de libertad del pueblo para formar parte de las elites dirigentes del capitalismo español. Hemos visto como la mayor parte de los dirigentes de la oposición democrática (salvo honrosas excepciones) a lo largo de estos treinta años se han hecho ricos. Desde las instituciones han legislando a espaldas del pueblo, se han hecho constructores, banqueros y grandes empresarios, han entrado en los consejos de administración de las grandes empresas, han privatizado el patrimonio del estado vendiéndoselo a bajo precio a sus amigos, etc, etc, etc… Están demostrando, día a día, que ya no son de izquierdas, que ya no son del pueblo, sino una nueva casta que forma parte de las clases dominantes. Al no vivir como pensaban han terminado pensando como viven. Son parte de los poderes fácticos dándonos el mensaje de que representan a los dominados. Su defensa del libre mercado a ultranza, del neoliberalismo, de un jefe del estado franquista y de una judicatura corrupta al servicio de los poderosos nos ha llevado a un tipo de democracia que sólo lo es nominalmente. Cada vez hay un mayor control social, cultural, político y económico. Las protestas de los jóvenes por el trabajo precario o la vivienda son reprimidas por las fuerzas de orden público dirigidas en esta ocasión por políticos de ¿izquierdas?
 
Se han asentado muy bien en la parte superior de la pirámide de la opresión hablando para el pueblo y trabajando para el gran capital. Nos han traicionado vendiéndonos una democracia de pacotilla para que todo siguiese igual, sólo cambiaron el nombre de las cosas. La única diferencia es que el partido único del franquismo ha sido sustituido por varios partidos que, salvo alguna excepción, defienden la misma estructura social, el mismo sistema de dominio económico, el mismo orden derivado de la derrota y cuyas disputas son básicamente de matiz, no de fondo. Lo mismo ocurre con los sindicatos mayoritarios, que ya no son de clase, sino empresas de servicios que rinden pleitesía al que paga sus liberados (el gobierno de turno y las grandes empresas). Los aparatos de las organizaciones atajan de raíz cualquier intento de las bases para cambiar la situación, la manipulación y los acuerdos de pasillo son la tónica general en los congresos. La democracia interna ha sido sustituida por la aparatocracia, el trabajo en la base por los acuerdos copulares y la ideología por el oportunismo.
 
La Memoria Histórica no es ajena a esta situación. En el movimiento se han introducido mercenarios dispuestos a vivir del dolor de las víctimas, políticos profesionales mediocres a la caza de votos y vividores de todo tipo que han visto la oportunidad de ganar algún dinero, o colocarse en algún ente oficial, con algo que, para ellos, es una moda o una oportunidad para medrar.
 
Afortunadamente, hay organizaciones que defendemos que la recuperación de la Memoria Histórica Democrática y Antifascista supone uno de los pilares básicos para la construcción de la resistencia en el siglo XXI y por ese camino vamos a seguir. Para nosotros supone rescatar nuestras raíces. Efectivamente, los compañeros y compañeras que rescatamos de las cunetas son semillas, nosotros queremos ser sus retoños. No queremos recordarles a ellos solamente como personas, sino aquello por lo que lucharon y murieron. Ese es nuestro mejor homenaje hacia nuestros compañeros y compañeras que yacen en las fosas comunes de cada pueblo, luchar por lo mismo que ellos lucharon: la igualdad, la libertad, la justicia social, el reconocimiento de derechos políticos, sociales y económicos, la universalización de los Derechos Humanos, la lucha contra toda injusticia…Utilizarán la calumnia, intentarán penetrar nuestras organizaciones para destruirlas, tratarán de amedrentarnos, de cooptarnos, de rompernos... Pero cada embate que realicen contra nosotros, nos fortalecerá aún más, porque ellos sólo tienen intereses y nosotros tenemos ideales y los ideales... nunca mueren.
 
La “ley de memoria” que quieren aprobar supone una nueva claudicación, una nueva traición, una nueva vergüenza. Cada vez se hace más evidente que se trata de dar un nuevo nombre al acta de rendición incondicional pactada durante la transición. A la derrota en el plano militar y económico, se ha sumado la derrota en el plano ideológico, y a todo ello se ha unido una nueva traición. Se ha asumido que el capitalismo ha ganado la batalla y que, por tanto, todo debe hacerse en función de la ideología dominante, todo es para y por el mercado, el orden social no debe variar, la ley de la selva debe continuar, el franquismo con otro nombre debe seguir siendo dueño de nuestras vidas…
 
El enfoque que se está dando a la Memoria Histórica desde el Gobierno y parte de sus aliados parlamentarios, así como de algunas asociaciones, está basado en los postulados ideológicos del neoliberalismo: cuando pedimos justicia nos hablan sólo de reparación moral de las víctimas, cuando hablamos de clases, nos hablan de familias, cuando decimos que es una cuestión política, a lo sumo, nos hablan de una cuestión social sin contenidos políticos, si hablamos de impunidad, nos hablan de la Ley de Amnistía, si hablamos de crímenes contra la humanidad imprescriptibles, nos hablan de prescripción, si hablamos de devolución de patrimonio incautado, nos hablan de imposibilidad económica (para devolvérselo a los partidos y a los sindicatos, sin embargo, no han tenido problemas para ponerse de acuerdo, claro) y así un largo etcétera. Una vez más, el pueblo -el movimiento memorialista- está ganando la batalla en la calle mientras nuestros dirigentes nos traicionan firmando la rendición.
 
Parece que seguimos acomplejados. Seguimos trabajando para que el orden social establecido por las clases dominantes tras su victoria de 1939 se mantenga, cambiando nombres, pero manteniendo contenidos; en vez de luchar por destruirlo para tener una democracia plena, objetivo por el que se debería estar luchando. Aceptamos el trabajo basura, la mercantilización de los derechos humanos, la transformación en negocio de cualquier servicio publico, la especulación inmobiliaria, la mercantilización de la solidaridad… y, para colmo, tenemos a los vencedores (franquistas ayer, demócratas neoliberales hoy) dirigiendo partidos, sindicatos e instituciones y a dirigentes de izquierdas mimetizados con ellos dejándose cooptar para acceder a los privilegios de que disfrutan las clases dirigentes.
 
La cosa no queda ahí.Por si fuera poco, aceptamos como jefe del estado a ese hijo adoptivo de la dictadura franquista, a ese individuo que no permite que se hable mal de Franco en su presencia, a un personaje que en una ocasión llegó a decir que Pinochet era un ejemplo; se desconoce el origen de su fortuna y nadie lo investiga (por que según el orden establecido está por encima de las leyes); tiene un contrato blindado con el estado que nada tiene que ver con nuestros contratos basura; disfruta de una mansión de lujo que pagamos todos, mientras vemos como derechos fundamentales –la vivienda, el trabajo, etc.- se nos escapan de las manos y se transforman en nuevos modo de explotación y extracción de plusvalía por parte de los especuladores y el poder financiero (vivimos la época de la esclavitud financiera: estamos encadenados a los prestamos e hipotecas vitalicias). Sus antecesores ha vivido de los negocios más oscuros (hay que recordar que uno de los negocios de su tatarabuela, Isabel II, en el siglo XIX, era la trata de esclavos y que su abuelo, Alfonso XIII vivía, entre otras cosas, de las sustanciosas comisiones que le daba el capital internacional cuando vendía nuestro patrimonio a las grandes empresas extranjeras y de las compras de material de guerra sobrante de la I Guerra Mundial, como el gas mostaza con el que se bombardeaba a la población civil de la República del Riff en los años 20 y que todavía ocasiona numerosos casos de cáncer en la zona). Éste individuo callaba ante las torturas y asesinatos del régimen franquista para poder ser sucesor de ese verdadero capo de la mafia que gobernó España a sangre y fuego llamado Franco…. Estamos aceptando como jefe del estado a un personaje que debería ser investigado por diversas causas, entre ellas la presunta complicidad con una dictadura condenada por la ONU en numerosas resoluciones, un régimen fascista genocida. Aceptaría cualquier sistema político con el objetivo de mantener los privilegios de su familia, por los siglos de los siglos, y servir de pilar fundamental a todo el sistema de dominio social y económico. Cualquier crítica hacía él es atajada de forma contundente: se persigue a humoristas, se procesa a jóvenes por enarbolar la bandera tricolor o por quemar retratos, se intenta que la memoria histórica no vaya más allá de una lacrimógena novela de dramas familiares para evitar que se relacione a la monarquía con el franquismo y, sobre todo, para seguir manteniendo sus privilegios y los de los poderes fácticos. Abolir la institución monarquía es empezar a demoler las estructuras de dominio. Además es el principal escollo para que no se apliquen las leyes penales internacionales para los crímenes de lesa humanidad perpetrados por los franquistas.
 
Las organizaciones memorialistas debemos seguir trabajando y creciendo, los militantes honestos que quieran construir los nuevos espacios de resistencia deben sumarse a centenares. Debemos seguir organizando actos, exhumando fosas, denunciando en los juzgados los crímenes franquistas, movilizándonos en la calle.
 
Los movimientos sociales antagónicos deben sumar fuerzas, empezar a coordinarse y a comenzar a construir una alternativa política democrática, seria, con ideas claras, capaz de mantenerse firme en sus planteamientos y que, sobre todo, sea capaz de coordinar la lucha en la calle con la lucha en las instituciones. Los militantes de los partidos de izquierdas y los de los sindicatos deben reflexionar al respecto. Algunos todavía tenemos confianza en que sean capaces de reconducirse, aunque cada día vemos como esa esperanza se va esfumando y la irremediable rueda de la Historia terminará rebasándoles y lo nuevo surgirá al margen de ellos.
 
La recuperación de la Memoria Democrática y Antifascista no es un todo, pero forma parte de un comienzo: la construcción de la izquierda del siglo XXI. Nuestra organización, y otras de compañeros afines a nuestros principios, están abiertas a nuevas incorporaciones. Necesitamos miles de activistas, en cada barrio, en cada pueblo, en cada provincia, en cada ciudad. Todos los hombres y mujeres, de todas las tendencias, deseosos de participar en un proyecto serio, combativo y honesto -atacado por todas partes por esas mismas razones- deben buscarnos, adquirir compromisos, organizarse y sumarse.
 
Que los compañeros y compañeras que murieron luchando contra el fascismo se sientan orgullosos de nosotros. Podrán matarnos, como a ellos y ellas, pero nunca podrán matar nuestras ideas.