sábado, 16 de febrero de 2002

CONGRESO DEL PCE: LOS VIVOS, LOS VIVILLOS, LOS MENOS VIVOS Y LOS MUERTOS VIVIENTES

PCEVivimos tiempos de derrota. Derrota en lo económico, en lo político y en lo cultural. Tendríamos que analizar la historia del último siglo para darnos cuenta de lo que ha ocurrido realmente y, aún no hemos sido capaces de realizar, de forma rigurosa, esos análisis para aprender a reproducir nuestros aciertos y conocer nuestros errores para evitarlos. La situación actual se presenta oscura y difusa. No es sólo el retroceso de los derechos sociales y económicos de los pueblos, son los derechos civiles más fundamentales los que están siendo vulnerados.

La derrota de los países socialistas del Este europeo ha supuesto un gran descalabro para todas las fuerzas de izquierda, desde el punto de vista de la Historia, la lucha de clases, a escala mundial, terminó con el hundimiento de lo que podríamos llamar nuestra retaguardia. El capitalismo ganó la guerra fría y ahora está asegurando su victoria con la ocupación militar del mundo. Los pueblos de la periferia sufren, más que nunca, las agresiones del sistema capitalista, en el centro, si bien los medios de producción ha evolucionado de forma espectacular, la fuerza de trabajo está sufriendo un retroceso tremendo y las relaciones de producción no han variado prácticamente nada. La burguesía está retirando las concesiones que nos otorgó durante la existencia de la URSS, pero lo está haciendo de forma planificada, poco a poco, para evitar las asonadas revolucionarias en el centro hasta que las generaciones que conocieron otros tiempos hayan desaparecido y las nuevas sean hijas de la cultura imperante. La burguesía esta utilizando distintos resortes para conseguirlo: la diversificación y multiplicación de los medios de producción para facilitar el acceso de la clase trabajadora a un mayor número de artículos de consumo, manteniendo algunas concesiones del estado del bienestar, sin variar su capacidad de acumulación, a costa de la rapiña de los países más atrasados, nos ha hecho cómplices de la explotación y la expropiación de la riqueza de los pueblos de la periferia y, sobre todo, ha sabido crear una compleja estructura de dominio cultural para que las generaciones futuras no conciban otra posibilidad fuera del sistema actual y sus valores. Tendríamos que analizar todos los mecanismos que han facilitado su triunfo, no podemos buscar las causas de nuestra situación sólo en los aspectos endógenos, sino también en los exógenos y la influencia que éstos han tenido sobre aquéllos. Desde la victoria de los bolcheviques en 1917, la burguesía a intentado por todos los medios revertir el proceso, ya que, con la nueva situación creada, había perdido su iniciativa. La extensión de la revolución fue paralizada en unos países con la creación del llamado estado del bienestar, en otros con la instauración del nazi-fascismo. Tanto el uno como el otro cumplieron su función, evitar la revolución creando una retaguardia segura al capital  al mismo tiempo que se abría una trinchera bélica que debilitara a la URSS. A partir de ese momento, y a pesar de los flujos revolucionarios en los países del tercer mundo, el capitalismo retoma la iniciativa creando los resortes económicos, político-militares  e ideológicos que le permitieran revertir totalmente la situación. En 1944, se crean el BM y el FMI, en 1947, se funda el SOA y se crea la CIA, en 1949 la OTAN, pero, también es en 1947 cuando Friedrich Hayeck promueve la reunión de Mont Pelerín para renovar los postulados ideológicos sobre los que sustentar a la burguesía en la lucha de clases: el neoliberalismo. A partir de ese momento, se inicia nuestro retroceso, con un acoso y derribo tremendo que desemboca en la crisis del mundo socialista, crisis que se fue acentuando, año tras año, hasta la derrota definitiva en 1991. Durante este tiempo, la burguesía no ha hecho otra cosa más que asegurar su victoria en todos los frentes de lucha. Una vez vencido el enemigo, está realizando la ocupación del terreno en todos los sentidos. El capitalismo, más fortalecido que nunca, sin oposición, se ha adueñado de todo el planeta, un capitalismo monopolista y monetarista, en una fase imperialista que hemos dado en llamar globalización, dirigido política, militar e ideológicamente por los EEUU que, erigidos en única gran potencia, intentan impedir por todos los medios la creación de bloques de resistencia, tanto internos como externos. Son las multinacionales  (el capitalismo monopolista) las que mandan en el mundo, en especial las de explotación de materias primas, alimentación, farmacia, producción cultural y armamentísticas. Un pequeño número de personas son las que tienen el poder de decisión sobre donde realizar las agresiones, donde especular económicamente, etc. Todos sabemos que el 50% de la riqueza del mundo está repartido entre 800 o mil personas que ostentan ese poder de decisión. La guerra es su forma de existencia, guerra por el control de las materias primas, por el control de los mercados, por el beneficio económico en la fabricación y venta de armas. La guerra es la constante del capitalismo y del imperialismo. La guerra ya existía antes del 11 de septiembre, a partir de ese momento el imperialismo obtuvo la coartada que necesita para acelerar su dinámica de dominio. Antes de ese día, asistíamos a una crisis cíclica del sistema capitalista, los EEUU intentaban recuperar su economía mediante la reactivación de la industria armamentística: el nuevo escudo antimisiles necesario para impedir el establecimiento de bloques anti-hegemónicos en el mundo (las posible alianza entre China, Rusia e India, las tres potencias atómicas). Los estados aliados europeos no apoyaban esta iniciativa, la resistencia interior estaba tomando forma y fortaleciéndose, día a día, a través del movimiento anti-globalización. El ataque a New York supuso la legitimación para llevar a cabo lo que necesitaban: relanzar la industria de armamentos, debilitar y destruir la resistencia interior, asentar bases militares en Asia Central para impedir las alianzas anti-hegemonicas y facilitar a las multinacionales del petróleo un mayor control sobre las reservas de petroleo y gas del mar Caspio. Se ha debilitado políticamente a la Unión Europea, cuyos dirigentes han tenido que acatar los deseos del “amo” americano, se ha experimentado un fuerte retroceso en las libertades civiles, la agresión a las clases populares se ha acrecentado con el aumento del paro y la explotación, el terrorismo cultural más descarado se ha adueñado de todos los medios de comunicación masiva y se han acelerado los procesos de reversión del estado del bienestar, con un fuerte retroceso en la enseñanza, la sanidad, la protección social, las jubilaciones, etc... Los frentes de lucha siguen abiertos y el enemigo ha lanzado una gran ofensiva en todos ellos. En esos frentes de lucha es donde debemos estar los comunistas, cada uno en el que crea que debe estar y el Partido debe ser la suma de todos, el intelectual colectivo que sea capaz de ejercer como estado mayor en la lucha. En esta situación, en la que el enemigo ha dado un auténtico golpe de estado a la humanidad como nunca se había visto antes, los comunistas lo que hacemos es discutir sobre quien es el enemigo interior, dividiéndonos en varios fragmentos enfrentados entre sí. Debemos preocuparnos por todo el proceso congresual, pero aun debemos preocuparnos más por el después. ¿Vamos a ser capaces de sentarnos unos con otros a trabajar en positivo? Por que el congreso no construye nada, tan solo sienta las bases sobre las que construir y esa tarea es una tarea de todos los días. Eso es lo que debe preocuparnos, si tendremos la capacidad de ser capaces de llegar a sentarnos unos con otros, cada uno con sus planteamientos y avanzar, por que, tal como se avecinan las cosas, vamos a necesitar de todos para luchar contra las agresiones. Lo revolucionario en estos momentos es ser capaces de sentarnos con camaradas a los que hasta ahora considerábamos como enemigos y ver que podemos hacer en común con ellos, como podemos lograr que las luchas populares se vean reflejadas y apoyadas en la lucha institucional, como pueden alimentarse la una a la otra, por que algunos no estamos dispuestos a seguir dando ni un minuto mas al enemigo y, las fracciones y las peleas intestinas suponen dar tiempo al enemigo. Nuestra apuesta debe ser por el trabajo en positivo, con quien quiera realizarlo y obviar a quien quiera la pelea permanente. La pregunta principal sería ¿Una vez finalizado el congreso nos reincorporaremos todos a los distintos frentes de lucha o seguiremos con las luchas fraccionarias y los grupos de presión para ocupar parcelas de poder en el Partido en el siguiente congreso? ¿Interesa que las clases populares vean a los comunistas unidos desde sus diferentes concepciones de cómo debe desarrollarse la lucha política o por el contrario hacer evidentes los enfrentamientos internos constantes? Al día siguiente del XVI Congreso, cada uno a trabajar en el frente de lucha que crea conveniente y los frentes de lucha no están dentro del Partido, sino en la calle, en las fabricas, en los barrios, en las instituciones... En definitiva, lo importante es dotarnos de un marco unitario de trabajo, de unas bases sobre las que trabajar el día a día. Hay una gran confusión en cuanto a las funciones del PCE, decir que el PCE tiene que dar dirección política no significa instrumentalizar los movimientos sociales, sino de trabajar en y con los movimientos sociales, de crear cultura, de aprender y de aportar, pero aportar desde la modestia, sin pensar en rentabilizar el trabajo para el PCE. La mejor forma de hacer crecer este Partido, la mejor forma de rentabilizar el trabajo de los camaradas en los movimientos sociales y populares, es realizar ese trabajo desde el profundo respeto hacia las demás culturas de la izquierda que puedan encontrase en ellos, y ese respeto pasa por la perdida de protagonismo y cambios de talante. No vamos a reconstruir la izquierda desde la conspiración permanente, desde el dirigismo y desde la instrumentalización política. Los movimientos sociales, por muy antisistema que puedan ser, tienen dinámica propia y deben seguir teniendo dinámica propia y los camaradas que trabajan en ellos, deben sólo dar dirección política en cuanto a su capacidad de ser dirigentes en ellos, es decir, ser capaces de aportar propuestas y ejemplo en el trabajo. Las personas que integran los movimientos sociales tendrán un profundo respeto por el PCE, a partir del momento en que los camaradas que trabajamos en ellos nos veamos apoyados por nuestro Partido, y verse apoyado por el partido no es salir de él con unas instrucciones de lo que debe hacer, un comité no está para decir lo que tiene que hacer un camarada en un movimiento social, y mucho menos un miembro de un comité... Un camarada se ve apoyado por el Partido cuando su trabajo en el movimiento es reconocido por el Partido. Cuando las aportaciones teóricas extraídas del trabajo diario en el movimiento son asumidas por el Partido para darlas forma de propuesta política y llevarlas a las instituciones. Por que no olvidemos que el trabajo en los movimientos sociales supone estar pegado al terreno y de ahí es de donde surge el conocimiento de la realidad, del trabajo cotidiano en la base de la sociedad. Como seres humanos, es legítimo sentir odios y amores, pero algunos hace tiempo que hemos empezado a guardarnos el odio contra los camaradas y nos hemos revestido de odio contra el enemigo y sus ideas, contra las razones que provocan la injusticia en el mundo: el capitalismo, el imperialismo, el neoliberalismo, el pensamiento único.... Desde luego, lo que no debemos hacer es perder un minuto en pelearnos por aquello en lo que no coincidimos con otros camaradas. Debemos practicar la táctica del infierno, la alianza con el diablo cuando sigue el mismo camino que nosotros, trabajar con todos los camaradas que quieran hacerlo desde la más respetuosa de las discrepancias y obviar el trabajo con quienes ejerzan injerencias, aunque sea desde la más irrespetuosa de las coincidencias. Por este Partido, deambulan las fracciones, los grupos de presión, existen el Partido “Vivo”, el Partido de los “vivillos”, el Partido de los “menos vivos” y el resto de camaradas que, al no situamos en ninguna de esas fracciones, nos vemos obligados a vagar como muertos vivientes. Hay camaradas en este Partido que llevamos años apostando por otro tipo de dinámica, que no queremos ponernos al servicio de ninguna fidelidad personal, sino que apostamos por el trabajo en positivo, por la construcción del bloque popular con el que podamos enfrentarnos a lo que se nos viene encima, por la idea de resistencia y que estamos muy cansados de los “brazos de madera”, de camaradas que, aprovechándose de la poca capacidad de otros, se erigen en líderes de esas fracciones, apartando de las mismas a cualquier camarada que muestre capacidad de pensar por sí mismo. Queremos un Partido de todos y para todos, donde se valoren el trabajo y la capacidad política y no la adscripción a una de las fracciones existentes. El XVI Congreso debe sentar las bases para que se abran canales de participación para todos los camaradas oscuros que, a pesar de su trabajo y su capacidad, se ven presionados y relegados, por estas fracciones, a la marginación, impidiéndoseles una participación normal en la vida partidaria a través de las agrupaciones.